Cómo los recuerdos fuertes nos ayudan a recordar los débiles

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El cerebro no almacena recuerdos de forma aislada. En cambio, vincula experiencias débiles y fácilmente olvidadas con otras poderosas y cargadas de emociones. Una nueva investigación de la Universidad de Boston, publicada en Science Advances, explica por qué es posible que recuerdes vívidamente haber visto gallinas de camino a una caminata impresionante. La clave: los recuerdos fuertes actúan como anclas, ayudando al cerebro a retener incluso detalles fugaces.

El vínculo entre el impacto emocional y el recuerdo

Chenyang (Leo) Lin y su equipo descubrieron que el cerebro une objetos y eventos relacionados, incluso si uno es mundano y el otro extraordinario. Este fenómeno explica por qué un excursionista que quedó cautivado por las ardillas en New Hampshire también recordó las gallinas con las que se cruzó en el camino. El cerebro no compartimenta; se conecta.

Cómo funciona “Etiquetar y capturar”

La investigación se basa en la teoría de “etiquetar y capturar”, que sugiere que los recuerdos débiles se marcan temporalmente en las neuronas. Estas etiquetas se desvanecen rápidamente a menos que sean reforzadas por un recuerdo más fuerte. Cuando ocurre una experiencia poderosa poco después, se desencadena una avalancha de proteínas en el hipocampo, el centro de la memoria del cerebro. Estas proteínas estabilizan la memoria débil, esencialmente pegándola a la más fuerte.

El experimento: animales, herramientas y recompensas

Para probar esto, el equipo de Lin pidió a más de 100 participantes que vieran secuencias de imágenes: animales (osos hormigueros, hámsteres, estrellas de mar) y herramientas cotidianas. Inicialmente, los participantes simplemente vieron las imágenes. Luego, fueron recompensados ​​por etiquetarlos correctamente como animal o herramienta. La mitad recibió altas recompensas por identificar animales y bajas recompensas por herramientas, mientras que la otra mitad recibió lo contrario.

Al día siguiente, se interrogó a los participantes sobre las imágenes. Aquellos que recibieron altas recompensas por identificar animales los recordaron mejor: alrededor del 50% en comparación con el 45% de aquellos con bajas recompensas. Sorprendentemente, las altas recompensas por las herramientas no mejoraron el recuerdo; la gente ya los recordaba bien. El cerebro parece categorizar los recuerdos, vinculándolos dentro de categorías, pero no entre ellas.

Las implicaciones para el aprendizaje y la terapia

Esta investigación tiene implicaciones sobre cómo aprendemos y procesamos el trauma. Los recuerdos cotidianos son temporales, pero vincularlos a experiencias fuertes los hace perdurar. Los terapeutas podrían utilizar esto para reforzar los recuerdos positivos antes o después de eventos traumáticos, reduciendo su impacto. Los profesores podrían utilizar eventos inesperados y memorables para ayudar a los estudiantes a retener información. Por ejemplo, una acción sorprendente en un problema de matemáticas podría ayudar a los estudiantes a recordar el concepto.

El panorama más amplio

“Lo que ocurrió en el pasado de repente adquiere más significado”, señala Joseph Dunsmoor, neurocientífico cognitivo de la Universidad de Texas en Austin. El cerebro es más receptivo a nueva información después de un evento fuerte, lo que hace que sea más probable que los nuevos recuerdos perduren.

Comprender cómo se forman y vinculan los recuerdos requerirá más investigación. Sin embargo, los hallazgos sugieren que al conectar los recuerdos débiles con los fuertes, podemos mejorar el recuerdo, mejorar el aprendizaje y potencialmente mitigar el impacto del trauma.

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