Un estudio innovador realizado por investigadores de la Universidad Queen Mary de Londres revela que los abejorros poseen un talento inesperado: pueden distinguir entre destellos de luz cortos y largos, esencialmente leyendo una forma simplificada de “código Morse”. Este descubrimiento, publicado en la revista Biology Letters, trasciende los límites de lo que pensábamos que los insectos podían entender.
Tradicionalmente, la capacidad de diferenciar entre estas señales temporales – “puntos” (destellos cortos) y “guiones” (destellos largos) – se ha observado sólo en vertebrados superiores como humanos, macacos y palomas. Pero esta nueva investigación muestra que los abejorros (Bombus terrestris ) también pueden aprender y responder a estas distintas duraciones de estímulos visuales.
Para demostrar esto, los investigadores construyeron un laberinto especializado donde se entrenó a abejas individuales para encontrar una recompensa de azúcar en uno de los dos círculos parpadeantes. Un círculo parpadeó durante un breve período (el “punto”), lo que significa azúcar, mientras que el otro parpadeó durante un tiempo más largo (el “rayón”), lo que indica una sustancia amarga que las abejas evitan. Es importante destacar que la posición de estas luces intermitentes cambió dentro de cada sala del laberinto, eliminando cualquier dependencia de señales espaciales. Esto aseguró que las abejas realmente aprendieran a diferenciar basándose únicamente en la duración de los destellos de luz.
Sorprendentemente, una vez entrenadas, las abejas navegaban constantemente hacia la luz intermitente asociada con el azúcar, incluso cuando no había ninguna recompensa presente. Demostraron capacidad para codificar y procesar duraciones de tiempo, una hazaña cognitiva compleja que antes no se había atribuido a los insectos.
“Fue emocionante verlos hacerlo”, afirmó el Dr. Alex Davidson, autor principal del estudio. “Dado que las abejas no encuentran luces intermitentes en su entorno natural, su éxito en esta tarea es notable”.
Este descubrimiento plantea varias preguntas. ¿Podría esta capacidad de cronometraje ser una función reutilizada de otro comportamiento existente de las abejas, como el seguimiento del movimiento o la comunicación? ¿O representa un aspecto fundamental del procesamiento neuronal común incluso a los sistemas nerviosos más simples? Éstas son precisamente las preguntas que los investigadores esperan explorar más a fondo.
Los diminutos cerebros de los abejorros (cada uno de ellos de menos de un milímetro cúbico) ofrecen una oportunidad única para estudiar estos intrincados mecanismos de cronometraje. Al analizar cómo estos “cerebros en miniatura” procesan las duraciones, los científicos pueden potencialmente desbloquear información sobre la evolución y los circuitos neuronales subyacentes involucrados en la percepción del tiempo en varias especies.
“Muchos comportamientos complejos, como la navegación y la comunicación, dependen del procesamiento del tiempo”, explicó la Dra. Elisabetta Versace, supervisora de Davidson. La comparación de estas capacidades en una variedad de especies, desde insectos hasta mamíferos, proporcionará pistas cruciales sobre cómo evolucionó esta habilidad cognitiva vital. La habilidad de las abejas para decodificar duraciones con recursos neuronales tan limitados resalta el notable poder y eficiencia incluso de los sistemas nerviosos más simples.
Este estudio ofrece una visión convincente del sofisticado mundo oculto de la cognición de los insectos, lo que sugiere que la capacidad de percibir el tiempo podría estar más extendida de lo que se imaginaba anteriormente.























































